¿A qué edad debo retirarme de la dirección de mi despacho profesional?

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No existe nada escrito, ni existen dos asesorías, ni dos sucesores, ni dos familias iguales. Cada persona, cada asesoría y cada familia tiene su edad y su momento óptimos para la sucesión.

Por experiencia, y para no apurar a la suerte y al tiempo, un empresario o el titular de una asesoría nunca debería retirarse más allá de los 70 años

En general para las pequeñas asesorías, al igual que en las pequeñas empresas familiares la sucesión es un “marrón”, puesto que amenaza con trastocar el funcionamiento habitual de la empresa y con romper la tranquilidad familiar.

Para responder a esta pregunta publicaremos los consejos que se exponen en el informe elaborado por Modest Guinjoan y Josep Maria Llaurador bajo el titulo “50 respuestas a 49 dudas sobre la Sucesión”, editado por Fundación Índice y el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio

¿Cuándo debería retirarme?

Aunque los consejos y reflexiones hacen referencia a las empresas familiares, todos ellos son válidos y útiles para cualquier titular de una asesoría o firma de abogados, sea familiar o no.

“En pura lógica, nadie mejor que el propio empresario debería saber cuál es el momento idóneo para retirarse; a él no le sirven las edades que marcan las leyes para la jubilación, aunque tengan una base biológica; si se aplican a personas sin las altas exigencias y responsabilidades propias del empresario, ¿por qué no se las puede aplicar a sí mismo? Tal vez podamos engañarnos a nosotros mismos, pero no engañaremos fácilmente a los que nos rodean.

 A fin de cuentas, ¡retirarse no es el fin!

Nuestro reloj biológico no es eterno; se gasta con los años. Miles de nuestras neuronas mueren cada día y no se reproducen. Y los empresarios, seres humanos, al fin y al cabo, tienen ante sí una tarea muy exigente.

Si crearon la empresa, saben del esfuerzo físico y mental que supone abrirse paso en el mercado; como propietario, debe estar pendiente de su situación en todo momento, de las oportunidades y amenazas que puedan aparecer, y velar por la imagen de su empresa, por el rumbo que toma y corregirlo, si hay que hacerlo; si dirigen la organización, como la delegación no es su punto fuerte, conocen qué supone tomar todas las decisiones, controlar su funcionamiento y a sus empleados hasta el mínimo detalle y apagar fuegos dondequiera que surjan; y, como padre, tiene unas responsabilidades que, cuando los hijos alcanzan cierta edad y, además están implicados en la empresa, se convierten en preocupaciones y acaban por producirle un desgaste emocional que, tarde o temprano, pasa factura.

Y también tiene satisfacciones y alegrías que le dan momentos de felicidad, pero que no evitan que su reloj vaya perdiendo energía.

Los empresarios deben tener agilidad mental y resistencia física en grandes dosis, puesto que, a diferencia de otros socios, directivos o empleados, se juegan cada día su patrimonio y el de su familia. No les vale sólo una buena capacidad de reacción ante las circunstancias cambiantes, sino que deben estar un paso por delante del resto, previendo lo que pueda pasar para que no les pillen desprevenidos. Y estas capacidades se van debilitando.

A pesar de la evidencia médica, a juzgar por las estadísticas referentes a la sucesión, muchos empresarios son los últimos en enterarse o, cuando menos, en reconocerlo.

Sin embargo, sus familiares más allegados y los directivos y empleados más próximos se dan cuenta mucho antes, aunque no se lo manifiesten, sea por respeto, por temor o por no herir su autoestima. Unas veces son decisiones equivocadas o una mayor dilación a la hora de tomarlas, otras veces un aumento de las posturas intransigentes o un aumento de los días de mal humor; pero los cruces de miradas, los cometarios en voz baja o el abandono anticipado de los enfrentamientos con él delatan lo que piensan.

La pérdida de flexibilidad y versatilidad y los olvidos están entre los primeros síntomas intelectuales; el menor aguante ante situaciones difíciles o ante interlocutores incómodos lo es en el ámbito de las relaciones; la tendencia al conservadurismo y la mayor resistencia a los cambios lo es en el ámbito empresarial; y el aumento de la fatiga y los primeros achaques, en el aspecto físico.

No hay que esperar a la aparición de dichos síntomas para pensar en retirarse; llegará tarde. Con los síntomas debería empezar la última fase de su plan de sucesión, llamada precisamente Retirada “

 Enfocarse en la retirada…

“Cuando el empresario se retira demasiado tarde debe saber que no sólo generará costes extraordinarios a la empresa – como pasa con muchos de sus empleados de edad–, sino que perderá la oportunidad de dar un ejemplo a su sucesor, a sus colaboradores y a los miembros de su familia de lo que es ser un empresario previsor, con sentido de empresa.

A un nivel más personal, tal vez no tenga ya la posibilidad de sentirse útil en algún tipo de colaboración puntual con su empresa o desde la posición de propietario, y de ser feliz con alguno de sus hobbies o en relaciones de tipo familiar, empresarial o comunitario.

Aun así, el mayor riesgo lo asumen los empresarios que deciden no retirarse, que no son pocos.

El riesgo atañe a todos los aspectos: la propiedad aplicará criterios de negocio que seguramente no serán los idóneos para afrontar las circunstancias del momento; la organización se estancará en técnicas, medios y tecnologías trasnochadas y poco adaptadas a las personas, procesos y mercados del rabioso presente; la familia será el escenario de preocupaciones de futuro y quién sabe si de guerrillas entre sus distintos miembros; el sucesor, si es que existe, caerá en la frustración y, si es válido, tal vez se canse de esperar y busque otros horizontes; el mismo empresario verá como su imagen se resquebraja y ya no es capaz de dar respuesta a las exigencias del momento, como hacía antes; en definitiva, todo el entorno – clientes, proveedores y competidores incluidos– estarán en la incertidumbre, lo cual generará movimientos tácticos para salvar o ganar parte del pastel.

El plan de sucesión del empresario, por lo tanto, debe pensarse mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas propios de la tercera edad. En dos de las etapas del plan hay que tratar de su retirada.

  • Fase de Planificación: Durante la primera etapa del plan hay que diseñar cómo y cuándo se va a efectuar su retirada; si el traspaso de la propiedad será simultáneo con el de la gerencia o será posterior; si una vez retirado, colaborará con la empresa y de qué forma; con qué medios económicos van a contar él y su pareja. Son cuestiones cruciales que pueden incluso poner en peligro su sucesión. Hay que marcar unos plazos y cumplirlos. Y el sucesor debería poder participar activamente en su diseño.
  • Fase de Retirada: En la cuarta y última etapa del plan se pone en práctica lo que se había previsto en su momento, con las correcciones oportunas a que hayan dado lugar las circunstancias de los años transcurridos desde el momento del diseño. Hay que hacer efectiva la retirada.

En esta fase resulta crucial la cohesión del equipo empresario–sucesor; si el empresario sucumbe a la tentación de mantenerse al pie del cañón o el sucesor no asume plenamente su nueva función, es decir, si no van decididamente a una, las tensiones en el seno de la familia o de la empresa podrían llegar a desestabilizar el proceso y, con ello, desmotivar a la organización, agriar las relaciones familiares y, en definitiva, dar por perdidos los años invertidos en el proceso.

Con una retirada a tiempo, además, el empresario, si escoge la modalidad de retener parte de la propiedad, tendrá más posibilidades de ayudar al sucesor con su experiencia acumulada, de colaborar de forma más representativa que ejecutiva con la empresa, y de participar desde una posición que no presenta las exigencias mentales y físicas de la gerencia, siempre que sea consciente de que sus facultades para ello tampoco serán eternas. Y es que retirarse de la primera línea de fuego no equivale a morirse.”

Check -list sobre mi retirada.

 SI ME RETIRO TARDE…

– Aumentan los costes de la empresa

– Mi familia sufre

– Mi sucesor se desmotiva

– Yo no soy el mismo de antes

– Pierdo la posibilidad de ser más útil

– No disfrutaré de mi jubilación

SI NO ME RETIRO…

– La propiedad perderá valor

– La organización se estancará

– Los clientes y proveedores se irán

– Mis competidores se aprovecharán

– Mi familia se peleará

– Mi sucesor me abandonará

– Mi imagen se resquebrajará

– No serviré para nada

– Y ¡me retirarán igualmente!

Para saber más; https://www.amadocorporate.com/actualidad-vender-un-despacho-profesional/

 

 

 

 

 

 

 

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